El bar Mendizábal colinda con la manzana de casas que alberga la iglesia dieciochesca de San Agustín, sede canónica de la Hermandad del Gran Poder y de la Esperanza Macarena, pero yo no reparo en ello mientras contemplo la larguísima cola de seres humanos y de ramos de flores rojas. Mujeres en su mayoría. Maduras o viejas, pero hay algún hombre y alguna joven. Poquísimos, eso sí.
Al pagar mi consumición pregunto a la camarera. Es que hoy es Santa Rita. Hostia, le respondo. Pensaba que era un cásting.
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